No os perdáis de vista este dúo, con una estructura cerrada y perfecta, unas frases que dan juego a la expresión de los cantantes y la orquesta, unas melodías irresistibles y tentadoras que entran a la primera (como en todo el Attila), y una cabaletta que impulsa una fuerza a la pareja que debe contagiar a su vez al público.
Cheryl Studer con Kaludi Kaludov, quien no huele a Verdi, con Muti dirigiendo en La Scala.
Cristina Deutekom con Carlo Bergonzi, dirigiendo Gardelli. Merece la pena por las frases de Bergonzi, que el tenor anterior no es capaz de articular de forma tan magistral como el de Busseto. No se le puede sacar más brillo a Foresto.