Arrigo y Elena se dicen cosas bonicas ("cuquis", que diría Carlos), hasta que al marcharse Arrigo entra Procida para decirle a la novia que las campanas que anuncien su boda serán la señal para culminar la rebelión siciliana. Ella se encuentra en un auténtico dilema: quiere detener la conspiración pero tampoco va a delatar a su amigo. Después de pensar un segundo, antepone la memoria de su hermano al matrimonio, dejando a Arrigo estupefacto, y comenzando la matanza contra los franceses.
Tenemos un breve dúo muy cantarín que normalmente se omite por el Re agudo exigido al tenor, y a continuación otro conjunto, en este caso terceto, con Arrigo, Elena y Procida, en el que el tenor explota contra ella, como es lógico, antes del desenlace con todos en escena. Una maravilla verdiana, señores.
Desde 3.09.40 hasta el final. Merritt, Studer y Furlanetto, dirige Muti.
Domingo y Arroyo en el duettino
Bonisolli y sus aclamados agudos.
El terceto, con Cerquetti, Tagliabue y Christoff