domingo, 7 de julio de 2013

Il Trovatore (IX). El Conde muestra su lado más humano. No es tan malvado como se pensaba. ¡Torrejón de Cantagrullas!

Leonora ha tenido su aria y el terceto. Manrico el terceto y el gran dúo con azucena. Ésta ídem más su cavatina del inicio del Acto II. Al Conde hay que darle algún aria ya que sólo apareció en el terceto del Acto I. Y aquí está.

El Conde reflexiona sobre su amor incondicional hacia Leonora. La quiere de verdad, no por conveniencia, no por evitar su relación con el trovador. 

Entra con empaque y elegancia, autoritario y sereno, como en el primer Acto. La música define su personalidad, al igual que sucede en los otros 3 protagonistas. Necesitamos un barítono brillante, con sólido registro agudo, capaz de apianar, modular la voz y mostrar su faceta más dulce y lírica, al mismo tiempo que desarrollar potencia y agresividad en los momentos de mayor violencia. Un empeño nada fácil. Aquí os invito a una selección de los que según mi subjetivo criterio como siempre han sido los mejores Condes de Luna.


1. Ettore Bastianini


2. Piero Cappuccilli.


3. Sherrill Milnes, aquí madurito.


4. Leonard Warren


5. Giorgio Zancanaro.


6. Renato Bruson

7. Leo Nucci, con piano.



Torrejón de Cantagrullas, queso de cabra de Valladolid, ya que hablamos de torreones.



Il Trovatore (VIII). Dúo excelso e incomparable entre Manrico y Azucena.

¿No soy tu hijo?- pregunta Manrico.
¡Claro que lo eres!- responde Azucena.
¿Entonces?- insiste Manrico.

Cuando me pongo a hablar de esto, mi pensamiento pone en mi boca palabras que yo no he dicho- se justifica Azucena. ¿Es que no te he criado como un hijo?

No es su hijo biológico pero Manrico se ha criado con ella, que ha sido su madre adoptiva. El amor madre-hijo aparece representado en este dúo, para mí uno de los mejores compuestos por Verdi incluyendo la escena interior.

Aparece Ruiz, un mensajero de Manrico, para anunciarle que Leonora, pensando que Manrico ha muerto en la guerra, va a ingresar en un convento como monja de clausura. Él se precipita en su búsqueda, con el mandato de su madre de matar al Conde.

Al comienzo Azucena y Manrico parece que hablan en lenguas (en músicas) distintas, uniéndose al final del cantabile y cabaletta. Él normalmente en tono mayor, ella en menor.

Bergonzi y Simionato, los primeros. La poesía del tenor es inalcanzable.




Seguimos con Plácido y la Cossotto.

Con Pertile, un tenor que estoy descubriendo ahora, y la mezzo Cattaneo.

Con Pavarotti y Zajic, para ver algo de escena. Están de lujo.

Con Franco Corelli y la Simionato la cabaletta, que es puro fuego.


¿Qué pareja preferís?

Il Trovatore (VII). Azucena desvela un secreto bien guardado.

Los gitanos, después de escuchar a Azucena, muestran su tristeza. Inmediatamente aparece Manrico y los gitanos se marchan a dar una vuelta para dejarlos solos. Manrico le pide a su madre que le cuenta más detalles de esos sucesos tan estremecedores, y ella le narra todo lo de la hoguera. Hay que tener fe para creerse que se equivocara de tal forma que tirara a su propio hijo a la hoguera y no al del Conde.

Azucena está completamente agotada por tanto deambular por los montes vascos y por ello tiene visiones y arrebatos, lo que le hace contar cosas que no desea y con poca exactitud, y marea un poco a Manrico.

En la narración de Azucena vuelve la melodía del Stride la vampa, una melodía tensa y desgarrada, con arrebatos de la orquesta y las voces. Naturalmente, no proceden aquí pacíficas melodías mozartianas. El tenor requiere aquí también un fraseo la mar de imaginativo e incisivo para ir interpelando a su madre. Observad la modernidad de Verdi, que no plantea la extensa primera parte del dúo como un cantabile sino como un "recitetivo cantado", no hay una melodía que sigue sino que el texto y la música encajan a la perfección.

De 5.40 a 8.50. Plácido Domingo y Fiorenza Cossotto, dirigidos por Zubin Mehta en 1969

Mismos cantantes en la escena que sigue, 9 años después dirigidos por Karajan. Para que veáis algo de escena.


MANRIQUE 
Solos ahora estamos; 
cuenta esa historia funesta.

AZUCENA
¡Y tú la ignoras!¡Tú!... 
Jovencito ambicioso
tus pasos los espolea.
Lo que consideras 
la tragedia de tu nacimiento... 
¡De tu abuela el fin funesto 
cuenta esa historia...!
La acusó soberbio conde 
de maleficio, 
asegurando que víctima era 
un niño hijo suyo... 
Ella quemada donde arde ese fuego.

MANRIQUE
(apartándose con sobresalto de las
llamas)
¡Ah, desventurada!

AZUCENA
Atada fue conducida 
a su destino tremendo.
Con mi hijo en brazos, 
cuyo la seguía llorando.
Hasta ella intenté, en vano, 
abrirme camino...
Y en vano intentó 
la mísera detenerse y bendecirme,
porque entre blasfemias obscenas,
empujándola con sus hierros,
a la hoguera la arrojaron 
los malvados verdugos;
entonces, con ronco acento:
¡véngame!, exclamó; 
aquella palabra un eco eterno 
en mi corazón dejó.





MANRICO 
La vendicasti? 

AZUCENA 
Il figlio giunsi a rapir del Conte: 
Lo trascinai qui meco... 
Le fiamme ardean già pronte. 

MANRICO 
Le fiamme!... oh ciel!... 
Tu forse?... 

AZUCENA 
Ei distruggeasi in pianto... 
Io mi sentiva il core dilaniato,
infranto!... 
Quand'ecco agli egri spirti, 
come in un sogno, apparve 
la vision ferale 
di spaventose larve! 
Gli sgherri ed il supplizio!... 
La madre smorta in volto... 
Scalza, discinta!... il grido, 
il noto grido ascolto... 
Mi vendica!... 
La mano convulsa tendo... stringo 
la vittima... nel foco la traggo, 
la sospingo... 
Cessa il fatal delirio... 
L'orrida scena fugge... 
La fiamma sol divampa, 
e la sua preda strugge! 
Pur volgo intorno il guardo 
e innanzi a me vegg'io 
dell'empio Conte il figlio... 

MANRICO 
Ah! come? 

AZUCENA 
Il figlio mio, 
Mio figlio avea bruciato! 

MANRICO 
Che dici! quale orror! 

AZUCENA 
Sul capo mio le chiome 
sento rizzarsi ancor! 

(Azucena ricade, Manrico ammutolisce
colpito d'orrore e di sorpresa. 
Momenti di silenzio) 


MANRIQUE
¿La vengaste?

AZUCENA
El hijo llegué a raptar del Conde;
aquí le traje conmigo...
La hoguera ardía ya dispuesta.

MANRIQUE
¡La hoguera!... ¡Oh, cielo!... 
¿Tú quizá?...

AZUCENA
El niño se deshacía en llanto...
Yo sentía mi corazón 
vacilar, angustiarse,
cuando he aquí que aparecen 
como en un sueño,
en funesta visión, 
terrible y fantasmal,
los verdugos, el suplicio...
El lívido rostro de mi madre,
descalza, desceñida... 
El grito, 
el conocido grito escucho:
¡Véngame!... 
La mano convulsa tiendo, 
cojo la víctima... 
al fuego la acerco, la arrojo,
cesa el fatal delirio, 
la horrenda visión huye...
¡La hoguera crepita 
y su presa devora!
Miro a mi alrededor y veo
del impío Conde el hijo ileso...

MANRIQUE
¡Eh! ¿Cómo?

AZUCENA
¡Mi hijo!
¡Mi propio hijo había quemado!

MANRIQUE
¿Qué dices? ¡Qué horror!

AZUCENA
Sobre mi cabeza, 
mis cabellos siento erizarse todavía.

(Azucena se desploma. Manrique
permanece mudo por el horror y la
sorpresa)

Il Trovatore (IV). Los gitanos van por el monte. Azucenas

Acto II

Evidentemente ya no estamos en el palacio del Conde, la escena cambia por completo desarrolándose en los montes de Vizcaya.

Los gitanos se entretienen cantando y deambulando de acá para allá con sus aperos. Verdi juega con los colores: el metal de los yunques suena con fuerza en este coro de gitanos, quizá lo más popular de esta obra maestra aunque sin duda no es lo mejor (suele pasar). Chi del gitano i giorni abella? La zingarella!




Llega la que faltaba, Azucena. Uno de los personajes para mezzosopranos más relevantes de toda la producción verdiana, a la vez que más sufridos por la resistencia vocal que se requiere. Azucena no es un personaje malvado; simplemente trata de cumplir lo que su madre le ordenó, que la vengara matando al hijo del Conde que le hizo quemar. Para ello raptó a su hijo y por un pequeño despiste pasó lo que pasó. 

Vuelven los colores verdianos con todo su esplendor. Tono menor, nocturno, para esta pequeña aria de Azucena, mezclado con el fuego de la hoguera, donde vio quemar a su madre. Azucena recuerda su fatídica y trágica historia con esos vibrattos acusados y temperamento a flor de piel. Le inunda la rabia y el ansia de venganza. Fijaos que al final del aria no hace la típica cadencia barroquizada, con coloratura, que le toca a Leonora, sino que termina más sobriamente. Azucena no está para trinitos y agudos.

Le tengo cariño a esta escena porque es la que aparece en la película de los Marx Una noche en la ópera, mientras Harpo se disfraza de Gitana y empieza como siempre a hacer tonterías.



Fedora Barbieri, probablemente la mejor Azucena del XX, por timbre, carácter, desarrollo del personaje y su excepcional entrega. casi siempre era la compañera de la Callas allá por los 50.

Giulietta Simionato. Otra de las grandes de los 50 por su voz poderosa con ese centro de tantos quilates.


Fiorenza Cossotto. De los 60 y 70, se le identifica también con Azucena. Puede que mi favorita porque la noto más elegante que las anteriores.




Dolora Zajic, a la que tuve el lujo de ver en el Met hace 2 años. Pasa los 60 pero sigue estando en plena forma. Conserva unos agudos que pueden derribar murallas.


Marilyn Horne. Esta excelente mezzo estadounidense, la Sra Trompeta, siempre se ha especializado en Barroco, Rossini y Donizetti, por lo que en principio estaría fuera de estilo. Asombrosamente canta una Azucena de altura, en las antípodas de lo habitual, mucho más refinada y medida.


Elena Obraztsova

Il Trovatore (V). Leonora se equivoca y la lía. ¡Peñablanca!

El Conde de Luna sale a tomar el fresco, cuando de repente escucha una serenata, e identifica al trovador cantándole a Leonora. Ante tanta obscuridad, el Conde, que es muy pillo, se esconde (rima!). Leonora se equivoca y el trovador se mosquea. Aquí llega el primer conflicto entre el Conde y Manrico.

El comienzo de esta escena, con las cuerdas tocando serenas y penumbrosas, anuncia como no podía ser de otra manera la entrada del Conde. Manrico se identifica, como trovador que es, con un instrumento de cuerda, que aunque lleve una mandolina o laúd realmente suena un arpa. Terceto de excepción que recuerda el de Ernani-Elvira-Carlo en Ernani.


Giorgio zancanaro de Conde, Raina Kabaivanska de Leonora, Franco Bonisolli de Manrico.

De 20.30 a 28.45.



Os presento al que probablemente sea mi queso español favorito, el Peñablanca, elaborado en Castellón.
De olor muy fuerte, mantecoso, pegajoso, algo dulce y de corteza picante. Todo un reto y un descubrimiento para cualquier aficionado al queso. Procede de la leche de la oveja guirra, en peligro de extinción. La producción es pequeña.