martes, 1 de octubre de 2013

La Forza del Destino (VII). El Padre Guardiano esconderá a Leonora en el monte y le llevará comida. Dúo sublime e irrepetible.

Esta noche que da comienzo a octubre, el mes más verdiano del año de este año tan verdiano, tenemos dos platos fuertes: uno el que he publicado hace un momento, esa grandiosa aria de Leonora suplicando misericordia a Dios; otro el sublime dúo de Leonora con el Padre Guardiano, puede que en mi top 10 de dúos verdianos.

Empieza la escena con algo de comedia representada por Fray Melitone, un monje del santuario de la Virgen de los Ángeles en Hornachuelos, que al escuchar la llamada de Leonora a eso de las 3 de la mañana le pregunta no sin mosqueo qué es lo que quiere, y le advierte que la iglesia abre a las 5 si es que viene al Jubileo. Leonora, recordemos disfrazada de hombre, insiste para que llame a Guardiano, que es un asunto de enorme importancia. Cuando llega el Padre le ordena que se marche, que los deje solos, y a esto refunfuña, que siempre es lo mismo, que se le considera inferior y no puede atender esos asuntos extraordinarios...

Leonora le cuenta la historia al Padre, que lo primero que le dice es que se vaya a un convento. Ella coje un cabreo que pa qué, que de convento nada, que se irá por los bosques buscando comida. También le comenta que ha escuchado la llamada del Señor, al que ha rezado anteriormente. Padre Guardiano cede (cabaletta) y le sugiere que se vaya a una gruta en el monte como una ermitaña, a donde le llevará comida a diario. Leonora, inmensamente agradecida, se ve a salvo. 

Si hay una ópera en todo el catálogo verdiano en la que la religión tiene peso (hay muchas) es Forza, y no es complicado de comprobar ya que toda la escena del Acto en que nos encontramos sucede en un santuario, y 2 personajes de la ópera, no protagonistas pero sí de cierta relevancia, son frailes. 

Padre Guardiano es un bajo profundo, de autoridad, sereno y solemne, que cuenta con esta página de lucimiento, la que le sigue con el coro y además el último Acto, en un diálogo con Melitone y el místico final de la ópera. De Melitone hablaré más adelante, aunque señalo, ya que estoy, que a diferencia de la seriedad de Guardiano, aquél es socarrón, contestatario, quejica y de la antigua escuela. Tiene un aria en el acto IV.

El dúo cuenta con partes algo diferenciadas. Primero el recitativo hasta ...Infelice, delusa, rejetta (de Leonora..., a lo que sigue esa melodía tan dulce, aliviadora y reconfortante que inicia Padre Guardiano en 6.40. Leonora coge el cabreo en 8.25 (tono menor y frases cortas e incisivas), pero cuenta la voz del cielo (tono mayor) a lo que le sucede otra maravillosa melodía entre los dos ...è questo il porto chi tal conforto mi toglierà... Por último, la cabaletta que es ya lo mejor de lo mejor. Como diría mi amigo Sebas, ¡es crema! Viva VERDI!


Renata Tebaldi y Cesare Siepi,que es lo mismo que Leonora y Padre Guardiano, con dirección de Mitropoulos en Firenze, 1953,, en esa milagrosa grabación que me regaló hace unos meses mi GRAN amigo Hervé con muy buen criterio, por cierto.


De 51.05 a 1.06.00. Price (un desastre absoluto) y Giaiotti (digno). Es por los subtítulos, ya sabéis...

La Forza del Destino (VI). Pietà Signor, pietà di me.

Leonora ha pensado y bien que no es mala idea escaparse de la posada y buscar otro refugio: la Iglesia. Acude pues al santuario de la Virgen de los Ángeles en Hornachuelos, por la oscura sierra norte andaluza. Pietà signor, pietà di me.

La segunda aria de Leonora, lejos de esa cavatina "Me pellegrina ed orfana...dolce mia terra addio..." tan melancólica, comienza con un agitado recitativo (se repite la melodía que Verdi utiliza en la obertura, que es el tema del destino) hasta que inicia la plegaria algo más calmada, pues va recuperando el aliento perdido tras la búsqueda del santuario. Pide piedad al Señor


Tebaldi, mano de hierro con guante de seda.

De 45.00 a 51.45. Leontyne Price, con unos agudos poderosísimos, un centro de terciopelo y una nostalgia y debilidad interpretativas que son las que Leonora pide.

Montse, que vive el personaje con gravedad contando por ese año 78 con unos medios que cualquier otra soprano quisiera. Nos deja sin aliento.


Callas, que no podía faltar.