lunes, 28 de octubre de 2013

Don Carlo (XIII). Felipe II se siente solo. Genial aria para bajo

Acto IV. Felipe II trabaja en sus aposentos a solas, y se siente tremendamente abandonado a pesar de ser el Rey más poderoso de la faz de la Tierra. Nadie le ama, ni Elisabetta la Reina. Por si fuera poco, ha fracasado también como padre y sólo le resta el gran poder que ostenta.

Verdi retrata aquí la faceta más íntima de Felipe II, mostrándonos un Rey sensible, frágil, con nobilísimos acentos en sus geniales frases, sumido en la más triste desolación. Es una figura magnánima no sólo vocal sino también dramáticamente, una de las creaciones más cuidadas y reconocidas del Maestro. El chelo introductorio pone voz a la grave situación afectiva que vive nuestro Monarca.

Cesare Siepi, de voz profunda y bellísima, con unos acentos de alta nobleza, sumada a su madurez vocal consigue un excepcional dramatismo. El más grade Felipe II de la discografía.




Samuel Ramey en La Scala, dirigiendo, Muti, en uno de sus papeles más queridos y mejor logrados. Quizá el último gran bajo hasta hoy.

Un bajo fundamental de la actualidad es Rene Pape


Ferruccio Furlanetto

Ruggero Raimondi, de voz bella aunque clara para Felipe II. Dirige Zubin Mehta.


Don Carlo (XII). Auto de Fe (II).

Entra Don Carlo acompañado de unos diputados flamencos (éste va a liarla), que se postran ante el rey pidiendo el fin de la masacre. Felipe II no les quiere hacer caso, les dice de todo, incluso infieles, pide que los guardias los alejen , a pesar de que todo el pueblo comprende sus reclamaciones. Para rizar el rizo, Don Carlo pide a su padre que le nombre gobernador de Flandes, y el Rey dice nones porque sospecha, y sospecha bien, que no compartirían la misma política.

Don Carlo, harto de todo, desenvaina la espada contra su padre como amenazándole, a lo que éste lo considera un ultraje y pide que desarmen a su hijo. Sorprendentemente, Posa cumple los deseos del Rey y por ello le nombra Duque allí mismo. El Rey, junto con la Reina, se dirige a sus poltronas para observar el Auto de Fe. Los condenados sufren su pena impuesta y una voz del cielo consuela las almas de las víctimas.

Continuación del Auto de Fe, con los coros del pueblo pidiendo clemencia para los flamencos y situaciones tensas iniciadas por Don Carlo con su espadita. Todo un espectáculo de masas delicioso y exuberante.

De 1.55.50 a 2.07.50