miércoles, 11 de septiembre de 2013

Un Ballo in Maschera (III). Todos disfrazados en la cueva de Ulrica a las 3.

El mejor amigo y consejero de Riccardo, Renato (marido de Amelia, y es aquí donde está el problema), le advierte de que se está trazando un atentado contra él, pero por lo visto el amenazado no le da más importancia, más que nada porque la noticia de Renato le calma, al poder esperarse algún enfado porque haya descubierto que Amelia y Riccardo mantienen cierta relación amorosa (sin adulterio).

Entra un magistrado para que el Rey refrende varios actos, entre los cuales la deportación de una bruja llamada Ulrica. A Óscar le da por defenderla, quién sabe si por llevar la contraria y reírse un rato. El Rey le escucha divertido por sus argumentos, y propone la idea de disfrazarse toda la corte para ir a la cueva de la bruja a las 3 y ver qué tipo de persona es.

Escena más que jugosa la primera del primer Acto, pues al aria del tenor le sucede la del barítono, luego le toca el turno a Óscar para terminar con un tutti en este final esplendoroso y divertido (rara, casi inexistente, es la comedia en Verdi)

Nucci de Renato, y Blackwell de Óscar, dirigidos por Levine.
De 10.25 a 21.25

Renato, pero Renato Bruson!


Ettore Bastianini como Renato

Pocas como Katleen Battle para Óscar, aquí con Pavarotti y Bruson, dirige Solti en esta excepcional grabación de 1985.


Gruberova como Óscar


Un Ballo in Maschera (II). Riccardo lee el nombre de Amelia y se arranca por bulerías.

Estamos en Suecia, finales del XVIII, en el Palacio del Rey Riccardo con todos los cortesanos presentes. Entra como Pedro por su casa, que para eso es el rey, para atender las peticiones de los ciudadanos. Entre la multitud se esconden Samuel, Tom y cia, que traman un atentado contra Riccardo.

Óscar, pajecillo del que hablaré más adelante, entrega a Riccardo las invitaciones de los que van a asistir al baile de máscaras, y éste, al leer el nombre de Amelia no puede contener la emoción y se pone a cantar "la rivedrà nell'estasi...".

Ballo es considerada una ópera más de tenor que de soprano o barítono, pues aquél cuenta con tres arias (más o menos extensas), un gran dúo e intervenciones casi constantes, mientras que la soprano (importante, cuidao) aparece a la mitad del primer acto. Pues bien, Verdi le pone un arietta de "calentamiento", bellísima, con la que seguramente se ganará el favor del público. La melodía nos suena, pues Verdi la tomó para el Preludio.

Buscamos para Riccardo un tenor spinto alla italiana, con voz brillante, bien proyectada y esmaltada, facilidad para el agudo, y sobre todo un gran fraseador. A mediados y finales del XX hemos contado con varios tenores de primera que han puesto a Riccardo a la cabeza de su repertorio, y no es casualidad por el lucimiento y el juego que da el papel, como la belleza melódica e interpretativa que requiere. Ellos son principalmente Bergonzi, Pavarotti y Domingo.


Prefiero la de su grabación con Solti en estudio, pero Bergonzi sigue estando en la cima, en este caso con Luciano y Plácido pisándole los talones.


Quién puede mostrarse indiferente ante la extraordinaria y refulgente voz, dorada y mediterránea de Pavarotti, que tiene sus vicios en el fraseo alargando algunas vocales al final de las frases, pero vocalmente es un seductor. (subt en español)
De 5.40 a 10.25



Plácido, que grabó infinidad de veces el Riccardo con grandes éxitos internacionales, como aquí en Londres con dirección de Abbado (1975). De 8.00 a 10.15