viernes, 14 de junio de 2013

Rigoletto (VI). La soprano tenía que llegar. ¡Pecorino al tartufo!

Después del "ah no, è follia!", con la mayoría de barítonos optando por el agudo para desgracia de Muti (y no sé si de Verdi), la orquesta se pone contentísima, luminosa, llena de deseo, para dar la bienvenida a Gilda, la escondida hija de nuestro bufón. Éste es el primero de los 3 (Tres!!, y bien largos) dúos de Rigoletto con su hija. La madre de Gilda murió, y sólo están el uno para la otra y viceversa. 

Gilda tiene 16 años y como es natural se queja de que su padre no le deja salir más que a Misa, que lleva ya tres lunas (¿no sabían en qué día vivían?) en la casa y no baja ni por el pan, que quiere un poco de aire fresco porque se le va a acabar la juventud. No le falta razón a Gilda. Ahora bien, hay que entender a la otra parte, que tiene encima una maldición, que pueden raptar a su hija los cortesanos para entregársela al duque por no seguir planteando hipótesis. 

Se dan mimitos cual padre e hija cuando de repente se oye un brusco ruido. Rigoletto se muestra turbado porque piensa (y con razón) que alguien ha entrado en la casa. Ya podéis suponer quién es, pero lo veremos mañana.

La relación tan tan estrecha de Rigoletto y Gilda hace que comprendamos las reacciones futuras que llevará a cabo Rigoletto.


Escuchar de 23.30 a 36.00, para coger la última nota de Bruson, que realmente es la que está escrita. La soprano es Andrea Rost y dirige Muti.



Milnes y Sutherland, compañeros de viaje en multitud de óperas.

A partir de 3.30, para que veamos el agudo y el "shock" de la orquesta, comparando con el de Bruson.




No sólo por su sabor, también por su aroma trufado, este queso triunfa allá donde vaya. Puede ser un pelín caro por la trufa, aunque lo merece. ¿No apetece?

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