La enfermedad, el dolor, la angustia y la soledad de Violetta se reflejan a la perfección, como ninguno otro lo habría hecho, en este Preludio del Acto III, que comienza de manera parecida al del I pero en lugar de ir al tono mayor del "Amami Alfredo" con el pum pum de los metales, tiende más al menor, o a un mayor que puede llamar a una esperanza frustrada, un quiero y no puedo, de Violetta, cuya luz se va apagando.
Solti
Toscanini, que a pesar de su apellido dirigió mucho Tosca
Karajan
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