domingo, 7 de julio de 2013

Il Trovatore (VII). Azucena desvela un secreto bien guardado.

Los gitanos, después de escuchar a Azucena, muestran su tristeza. Inmediatamente aparece Manrico y los gitanos se marchan a dar una vuelta para dejarlos solos. Manrico le pide a su madre que le cuenta más detalles de esos sucesos tan estremecedores, y ella le narra todo lo de la hoguera. Hay que tener fe para creerse que se equivocara de tal forma que tirara a su propio hijo a la hoguera y no al del Conde.

Azucena está completamente agotada por tanto deambular por los montes vascos y por ello tiene visiones y arrebatos, lo que le hace contar cosas que no desea y con poca exactitud, y marea un poco a Manrico.

En la narración de Azucena vuelve la melodía del Stride la vampa, una melodía tensa y desgarrada, con arrebatos de la orquesta y las voces. Naturalmente, no proceden aquí pacíficas melodías mozartianas. El tenor requiere aquí también un fraseo la mar de imaginativo e incisivo para ir interpelando a su madre. Observad la modernidad de Verdi, que no plantea la extensa primera parte del dúo como un cantabile sino como un "recitetivo cantado", no hay una melodía que sigue sino que el texto y la música encajan a la perfección.

De 5.40 a 8.50. Plácido Domingo y Fiorenza Cossotto, dirigidos por Zubin Mehta en 1969

Mismos cantantes en la escena que sigue, 9 años después dirigidos por Karajan. Para que veáis algo de escena.


MANRIQUE 
Solos ahora estamos; 
cuenta esa historia funesta.

AZUCENA
¡Y tú la ignoras!¡Tú!... 
Jovencito ambicioso
tus pasos los espolea.
Lo que consideras 
la tragedia de tu nacimiento... 
¡De tu abuela el fin funesto 
cuenta esa historia...!
La acusó soberbio conde 
de maleficio, 
asegurando que víctima era 
un niño hijo suyo... 
Ella quemada donde arde ese fuego.

MANRIQUE
(apartándose con sobresalto de las
llamas)
¡Ah, desventurada!

AZUCENA
Atada fue conducida 
a su destino tremendo.
Con mi hijo en brazos, 
cuyo la seguía llorando.
Hasta ella intenté, en vano, 
abrirme camino...
Y en vano intentó 
la mísera detenerse y bendecirme,
porque entre blasfemias obscenas,
empujándola con sus hierros,
a la hoguera la arrojaron 
los malvados verdugos;
entonces, con ronco acento:
¡véngame!, exclamó; 
aquella palabra un eco eterno 
en mi corazón dejó.





MANRICO 
La vendicasti? 

AZUCENA 
Il figlio giunsi a rapir del Conte: 
Lo trascinai qui meco... 
Le fiamme ardean già pronte. 

MANRICO 
Le fiamme!... oh ciel!... 
Tu forse?... 

AZUCENA 
Ei distruggeasi in pianto... 
Io mi sentiva il core dilaniato,
infranto!... 
Quand'ecco agli egri spirti, 
come in un sogno, apparve 
la vision ferale 
di spaventose larve! 
Gli sgherri ed il supplizio!... 
La madre smorta in volto... 
Scalza, discinta!... il grido, 
il noto grido ascolto... 
Mi vendica!... 
La mano convulsa tendo... stringo 
la vittima... nel foco la traggo, 
la sospingo... 
Cessa il fatal delirio... 
L'orrida scena fugge... 
La fiamma sol divampa, 
e la sua preda strugge! 
Pur volgo intorno il guardo 
e innanzi a me vegg'io 
dell'empio Conte il figlio... 

MANRICO 
Ah! come? 

AZUCENA 
Il figlio mio, 
Mio figlio avea bruciato! 

MANRICO 
Che dici! quale orror! 

AZUCENA 
Sul capo mio le chiome 
sento rizzarsi ancor! 

(Azucena ricade, Manrico ammutolisce
colpito d'orrore e di sorpresa. 
Momenti di silenzio) 


MANRIQUE
¿La vengaste?

AZUCENA
El hijo llegué a raptar del Conde;
aquí le traje conmigo...
La hoguera ardía ya dispuesta.

MANRIQUE
¡La hoguera!... ¡Oh, cielo!... 
¿Tú quizá?...

AZUCENA
El niño se deshacía en llanto...
Yo sentía mi corazón 
vacilar, angustiarse,
cuando he aquí que aparecen 
como en un sueño,
en funesta visión, 
terrible y fantasmal,
los verdugos, el suplicio...
El lívido rostro de mi madre,
descalza, desceñida... 
El grito, 
el conocido grito escucho:
¡Véngame!... 
La mano convulsa tiendo, 
cojo la víctima... 
al fuego la acerco, la arrojo,
cesa el fatal delirio, 
la horrenda visión huye...
¡La hoguera crepita 
y su presa devora!
Miro a mi alrededor y veo
del impío Conde el hijo ileso...

MANRIQUE
¡Eh! ¿Cómo?

AZUCENA
¡Mi hijo!
¡Mi propio hijo había quemado!

MANRIQUE
¿Qué dices? ¡Qué horror!

AZUCENA
Sobre mi cabeza, 
mis cabellos siento erizarse todavía.

(Azucena se desploma. Manrique
permanece mudo por el horror y la
sorpresa)

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